La violencia, el colapso y los desplazamientos forzados reflejan la grave crisis humanitaria que enfrenta esta nación.
Un millón de haitianos han sido desplazados por la violencia. La crisis se profundiza con el retorno forzado de miles desde el extranjero.
Haití atraviesa una de sus peores crisis, y no es solo un titular, es una realidad que duele. Más de un millón de personas han tenido que abandonar sus hogares, empujadas por la violencia de las pandillas y un sistema que no da abasto. La cifra, tres veces mayor que hace un año, no es un simple dato: es una montaña de vidas fragmentadas, de familias que lo han perdido todo.
La capital, un espejo del caos
Puerto Príncipe, antaño un lugar de encuentro, ahora es una ciudad marcada por el miedo. Las pandillas controlan barrios enteros, imponen sus reglas y dejan a los habitantes sin opción. O te vas, o te resignás. Los que logran salir acaban en refugios improvisados, sitios que han pasado de ser 73 a 108 en solo un año. Pero ahí tampoco hay certezas. El hambre, la falta de atención médica y la inseguridad hacen que cada día sea una batalla.
Más de la mitad de los desplazados son niños. Ellos no entienden de números ni de política, solo saben que su mundo cambió de golpe y que ahora el miedo es parte de su rutina.
Un regreso que no suma, resta
Por si fuera poco, cerca de 200.000 personas han sido devueltas desde la República Dominicana. ¿Adónde llegan? A un país que no puede con lo que ya tiene, a un lugar que no les ofrece ni una mínima oportunidad de recomendar. Estas deportaciones solo agregan leña al fuego de una crisis que no encuentra respiro.
Miradas internacionales: más preguntas que respuestas
Mientras tanto, al otro lado del Caribe, en Estados Unidos, los cambios políticos podrían empeorar aún más la situación. La administración de Biden había extendido programas de protección para haitianos, pero la nueva dupla de Trump y JD Vance promete reducirlos y acelerar deportaciones masivas. Es como si el reloj corriera en contra de Haití.
La OIM no señala con el dedo, pero su mensaje es claro: enviar de vuelta a personas a un país que ya está al límite no es solución, es condena.
Haití: una tragedia que nadie puede ignorar
Más de un millón de desplazados no son solo números. Son madres, padres, hijos. Son personas que han visto sus hogares convertirse en zonas de guerra, que han tenido que tomar lo poco que tenían y correr. Cada historia es un recordatorio de que Haití no necesita caridad, necesita soluciones. Y rápido.
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