Un nuevo episodio de violencia refleja la constante lucha de poder y el impacto del crimen organizado en la región.
El asesinato de cinco personas en Huitzilac refleja la lucha de poder entre cárteles y la inseguridad que afecta a la región
Huitzilac, un pequeño poblado del estado de Morelos, volvió a teñirse de tragedia. Cinco personas, cuatro hombres y una mujer, fueron asesinadas durante una reunión comunitaria la noche del lunes. Estaban ahí para participar en la elección de bienes comunales, un ejercicio de participación vecinal que terminó en un baño de sangre.
El ataque fue brutal. Hombres armados irrumpieron en la reunión y abrieron fuego sin miramientos. Las víctimas, según reportes locales, eran parte de la organización comunitaria conocida como Planilla Morada. Nadie vio venir lo que pasó, y ahora el pueblo entero está conmocionado.
César Dávila Díaz, el alcalde, utilizó su cuenta de Facebook para condenar el hecho. “Estos actos carecen de cualquier justificación. Van en contra del respeto, la convivencia y el diálogo”, escribió. Pero sus palabras, aunque necesarias, se sienten insuficientes frente a una comunidad que lleva demasiado tiempo viviendo con miedo.
Un eco de un pasado reciente
Para los habitantes de Huitzilac, este no es un hecho aislado. En mayo del año pasado, otro ataque sacudió al pueblo. Esa vez, ocho personas fueron asesinadas mientras compartían cervezas después de un partido de fútbol. Los responsables llegaron en dos vehículos, dispararon y se fueron, dejando detrás un silencio que todavía retumba en las calles.
Una guerra que no se ve, pero se siente
La violencia en Huitzilac tiene nombre y apellido: la lucha territorial entre cárteles. Los pobladores señalan a grupos como La Familia Michoacana y La Unión de Morelos, que han convertido al estado en uno de los más peligrosos del país. Cada asesinato parece ser un mensaje, una advertencia de que aquí, la ley la imponen ellos.
¿Y ahora qué?
El dolor y la rabia se mezclan en un lugar donde la vida parece valer cada vez menos. Las autoridades condenan, las familias lloran, pero la violencia sigue ahí, latente, esperando la próxima excusa para explotar. En Huitzilac, la paz es un sueño distante que, por ahora, parece cada vez más imposible.
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