Un recordatorio de la lucha por la paz en el Congo, donde los Cascos Azules arriesgan sus vidas por proteger civiles.
Uruguay exige justicia tras el ataque en el Congo que cobró la vida de un soldado y reitera su compromiso con la paz y la protección de los civiles.
Era domingo y la noticia llegó como un balde de agua fría. Un soldado uruguayo, parte de los Cascos Azules, perdió la vida en el Congo en medio de un ataque del grupo armado M23. Cuatro compañeros del contingente resultaron heridos. Así, de golpe, el nombre de Rodolfo Álvarez se convirtió en sinónimo de dolor y valentía. La Cancillería no tardó en pronunciarse: no solo condenó el ataque, sino que subrayó la necesidad urgente de una solución política para ese conflicto interminable.
Desde el Ministerio de Relaciones Exteriores no usaron medias tintas. Calificaron los ataques como posibles crímenes de guerra, una violación al Derecho Internacional. Resaltaron que la misión de los Cascos Azules, más allá de los uniformes, es proteger civiles en peligro de violencia física. "Lo hacen de manera efectiva e imparcial", enfatizaron. No era un simple comunicado; era una declaración de principios, una reafirmación del compromiso de Uruguay con la paz.
En paralelo, mientras en Nueva York se desarrollaba una sesión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU, solicitada por Uruguay, en Montevideo se encendían velas. Uruguay pidió al Consejo un pronunciamiento contundente y unívoco que condenara lo sucedido. Las palabras podían ser muchas, pero la exigencia era clara: cese inmediato de la violencia.
Mientras tanto, la Cancillería miró más allá de los fusiles. Insistió en que la solución para la crisis del Este del Congo no pasa por la fuerza, sino por la política. Hizo un llamado para retomar las negociaciones enmarcadas en los procesos de Luanda y Nairobi, con la esperanza de ver avances concretos. También recordó a los países de la región su responsabilidad: no echar más leña al fuego y colaborar para encontrar una salida sostenible.
En un mundo donde el silencio suele ser la norma, Uruguay no se quedó callado. Ratificó su compromiso con la paz en la República Democrática del Congo y su apoyo a la Monusco en estos momentos críticos. Los nombres, los uniformes y las vidas no pueden quedar en el olvido. Y mientras las familias lloran y los compañeros resisten, el mensaje es claro: esto no puede seguir así.
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