Redadas migratorias provocan 22% más ausencias escolares en el Valle Central
El miedo a la deportación empuja a cientos de familias a evitar que sus hijos asistan a clases, generando preocupación entre docentes y autoridades educativas.
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Un análisis reciente de la Universidad de Stanford reveló que las redadas migratorias llevadas a cabo en enero y febrero en el sur del Valle Central de California generaron un aumento del 22% en las faltas escolares.
La investigación muestra que el miedo a ser separados llevó a muchas familias, tanto migrantes como no migrantes, a evitar enviar a sus hijos a la escuela. La preocupación crece entre docentes y directores, que ven cómo esta situación afecta tanto al aprendizaje como a la salud emocional de los chiquilines.
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Según reportó el diario estadounidense The New York Times, el estudio fue dirigido por el profesor Thomas S. Dee y abarcó cinco distritos escolares de esa zona californiana, con más de 100.000 estudiantes en total.
Aunque el sistema escolar no pide información sobre el estatus migratorio de los alumnos, la mayoría son hijos de trabajadores rurales, muchos de ellos con papeles en trámite o en situación irregular. Estos laburantes, además, son esenciales para la producción agrícola del país.
Durante los operativos llamados “Operación Return to Sender”, agentes de inmigración detuvieron a decenas de jornaleros en espacios públicos como ferreterías, estacionamientos y estaciones de servicio.
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Según el estudio, eso coincidió con un salto en las ausencias: los estudiantes pasaron de faltar 12 días al año a 15, en promedio. Más allá de los números, el impacto emocional es lo que más alarma.
“Esto es como un canario en la mina de carbón para la educación pública”, señaló Dee.
En California, las escuelas públicas se financian según la asistencia. Por eso, la baja en la concurrencia complica aún más la gestión de los centros educativos. Desde el sector oficial se intentó calmar a las familias asegurando que las escuelas son espacios seguros, pero los datos muestran que la preocupación sigue fuerte.
Una madre mexicana en Fresno contó que, por temor a ser detenida, llegó a pagarle a otra persona para que llevara a su hija. Cuando retomó ella misma la tarea, notó que “había menos gurises en la puerta y varias familias ya no estaban”.
En el distrito más grande de la zona, Fresno Unified, la directora Misty Her recorre casas todas las semanas para hablar con familias cuyos hijos dejaron de ir. La preocupación va en aumento, especialmente por el efecto acumulado en la enseñanza.
El miedo no se debe solo a los operativos. Las políticas migratorias del gobierno federal, las historias de familias separadas y menores enviados a hogares ajenos, sumado a lo que se difunde en redes, generan una presión constante.
Un mecánico mexicano entrevistado por The New York Times resumió el sentir de muchos: “Me iría con mis hijos si me deportan. Pero que nos separen… eso es impensable”.
La vocera de la Casa Blanca, Abigail Jackson, defendió los operativos al declarar que “la inmigración ilegal es perjudicial para todos los estadounidenses”.
Sin embargo, luego del estudio y el reclamo de sectores agrícolas, se decidió pausar temporalmente las redadas dirigidas a trabajadores del campo.
En las escuelas, mientras tanto, los consejeros dedican cada vez más tiempo a contener a estudiantes que viven con angustia. Los docentes, por su parte, deben reacomodar contenidos para quienes se perdieron varias jornadas. Todo esto genera una presión extra sobre un sistema que ya venía golpeado.