El joven baleado durante un intento de robo pidió ayuda a sus padres, quienes lo llevaron al hospital, donde fue intervenido quirúrgicamente.
El joven recibió dos disparos en las piernas y pidió ayuda a gritos desde la puerta de su casa. La familia lo llevó al hospital y se recupera tras la cirugía.
Mamá, papá, me pegaron un tiro”. Esa fue la frase que Ian, un joven de 27 años, gritó con desesperación desde la puerta de su casa en el barrio Alberti, en Pilar, Buenos Aires. Era la madrugada del 1º de enero. Apenas pasada la celebración de Año Nuevo, la calma de la noche fue interrumpida por ese pedido de ayuda. Ian había sido baleado en ambas piernas durante un intento de robo y, sin fuerzas para entrar por sus propios medios, no tuvo más remedio que gritar hasta que sus padres lo escucharan.
Las cámaras de seguridad de la casa registraron toda la secuencia. En el video se puede ver cómo el joven se acerca rengueando, sosteniéndose como puede, y comienza a llamar a sus padres con insistencia. “¡Salí urgente, pa! ¡Mamá, me pegaron un tiro! ¡Llevame al hospital!”, repetía sin parar. Del otro lado de la puerta, sus padres dormían. Pero esos gritos lograron despertarlos.
Cuando el padre se acercó a la puerta, no la abrió de inmediato. La inseguridad cotidiana lo llevó a tomarse unos segundos para mirar por la hendija y asegurarse de que realmente era su hijo quien estaba afuera. Recién entonces, destrabó la cerradura y lo dejó entrar.
“¿Te pegaron un tiro? ¿Quién fue?”, le preguntó su madre, atónita ante la situación. Pero Ian no tenía respuestas. Apenas podía hablar, solo repetía: “No sé, no sé. ¡Llevame al hospital! ¡Me muero!”. En medio del dolor y la desesperación, el joven lanzó una frase que aún retumba en la cabeza de su familia: “¡Haceme un torniquete, rápido! ¡Me voy a desangrar!”.
Mientras su papá corría hacia el garaje para sacar el auto, su madre improvisó un torniquete con lo que tenía a mano. “Aguantá acá, cerrate bien la pierna. Cerrate fuerte”, le decía, intentando contener el sangrado. Pero Ian no paraba de repetir lo mismo: “No es una sola pierna. Me pegaron en las dos. En las dos piernas me pegaron”.
La escena era de pura desesperación. La madre intentando calmarlo, el padre maniobrando el auto en la entrada, y el joven, pálido, agarrándose donde podía para no caer al piso. “¿Quién fue, pa?”, preguntó su padre mientras encendía el motor. “No sé quién fue, se bajaron del bondi y me dispararon. ¡Agarrá la billetera!”, respondió Ian antes de que lo ayudaran a subir al auto.
En cuestión de minutos, los padres lograron llevarlo al Hospital Central de Pilar. Los médicos que lo atendieron de urgencia informaron que las balas no comprometieron órganos vitales y, tras una cirugía, Ian quedó internado fuera de peligro. Sin embargo, el recuerdo de ese momento quedó grabado a fuego en su familia.
“Era Año Nuevo. ¿Quién se espera algo así?”, dijo un vecino de la zona, que aseguró que los robos en el barrio se han vuelto frecuentes. “Hace poco le pasó algo parecido a un conocido. Acá nadie está a salvo. La gente vive con miedo”, agregó.
La policía tomó cartas en el asunto y la familia de Ian presentó la denuncia en la comisaría más cercana. La investigación quedó a cargo del fiscal Raúl Casal, quien pidió a los agentes de la comisaría 7ª de Pilar que revisen las cámaras de seguridad de la zona para intentar identificar a los responsables. Según el relato de Ian, los agresores viajaban en moto y se bajaron del ómnibus poco antes del ataque. Esa pista podría ser clave para avanzar en el caso.
Por el momento, la policía trabaja en identificar la marca y modelo de la moto utilizada por los delincuentes, mientras los vecinos esperan alguna respuesta concreta. “Todos tenemos cámaras en las casas, porque ya no te queda otra. Pero igual da miedo. Mirá lo que pasó con este gurí. ¿Qué hacés contra alguien que te viene con un arma?”, se preguntó otro residente de Alberti.
El barrio, que hasta hace unos años era tranquilo, hoy parece vivir una realidad diferente. Los vecinos aseguran que los robos son moneda corriente y que, aunque las denuncias se presentan, las soluciones no llegan. “Estamos cansados. Esto pasa siempre, pero nadie hace nada. ¿Qué estamos esperando? ¿Que maten a alguien?”, expresó con enojo un comerciante de la zona.
Mientras tanto, Ian se recupera en el hospital, acompañado por su familia. Todavía no puede caminar, pero los médicos aseguran que, con el tiempo y la rehabilitación, podrá volver a hacer vida normal. Sin embargo, lo que no se recupera fácilmente es la sensación de seguridad perdida.
“Esto te cambia la cabeza. Te cambia todo. No sabés si salir, si quedarte adentro. Y lo peor es que no tenés respuestas”, reflexionó uno de los amigos de Ian.
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