En bangladesh millones sobreviven entre trabajo precario, contaminación y tradiciones culturales milenarias.
Pobreza, contaminación, trabajo textil, cementerio de barcos y tradiciones únicas: así se vive en bangladesh, uno de los países más extremos del planeta.
El país donde la vida cuelga de un hilo
Bangladesh no es un destino para turistas sensibles. Cada rincón de este país golpea al visitante con escenas de pura supervivencia.
En un espacio más chico que Uruguay, viven más de 160 millones de personas. Las calles hierven de gente, bocinas, vendedores ambulantes y motos esquivándose al borde del accidente.
Los trenes viajan atiborrados: no solo adentro, sino con gente colgada de las puertas, trepada a los techos o sostenida de los estribos. El tránsito es una jungla donde nadie respeta reglas.
Aire que envenena
Daca, su capital, lidera el ranking mundial de ciudades con peor calidad de aire. Las micropartículas tóxicas superan ampliamente los niveles permitidos. Respirar ahí es un riesgo constante. Cada bocanada de aire es veneno puro.
Fábricas de lujo, sueldos miserables
Mientras las grandes marcas de ropa —como Zara, Gucci y Prada— producen a bajo costo, los trabajadores textiles ganan apenas 50 a 100 dólares al mes. Jornadas de 12 a 14 horas, sin protección y manipulando químicos peligrosos. Muchos no llegan a los 50 años de vida.
Desarmando gigantes con las manos
En Chittagong está el cementerio de barcos más grande del mundo. Petroleros y cargueros son destripados a mano, sin protección, por trabajadores expuestos a metales pesados, asbestos y materiales radiactivos. Un trabajo brutal a cambio de migajas.
Comida callejera: sabor y riesgo
En los mercados callejeros abundan platos típicos como pitas, fuchka o chotpoti. Pero la higiene brilla por su ausencia. Muchos lavan los utensilios con agua de alcantarilla. El riesgo sanitario es altísimo.
Cuando el clima también castiga
A los problemas diarios se suman los desastres naturales. Ciclones, inundaciones y terremotos golpean al país constantemente. Las infraestructuras apenas resisten.
Cultura de resistencia
Pese a todo, el pueblo bangladesí mantiene vivas sus tradiciones. Desde el uso de agua en lugar de papel higiénico hasta comer con la mano derecha. Sus grandes festivales, como el Año Nuevo Bengalí y el Eid, llenan las calles de colores, música y fe.
La cruda realidad
Aunque Bangladesh exporta millones en ropa y té, la mayoría de su gente sobrevive con menos de 2 dólares diarios. Viviendas precarias, hacinamiento, falta de cloacas y servicios básicos marcan la rutina de millones.
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