Una alimentación con fibra y probióticos puede mejorar el equilibrio de la microbiota intestinal.
El intestino también piensa: la microbiota y su impacto en la salud mental
Hace años que la ciencia habla del vínculo entre el intestino y el cerebro, pero hoy ese lazo tiene nombre propio: el eje microbiota-intestino-cerebro. Se trata de una red de conexiones entre las bacterias que viven en nuestro cuerpo y nuestras funciones emocionales, cognitivas e inmunológicas.
El 27 de junio, se celebra el Día Mundial de la Microbiota, impulsado por el centro de investigación APC Microbiome Ireland, con el objetivo de visibilizar la importancia de estos microorganismos en la salud humana.
¿Qué es la microbiota?
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La microbiota es el conjunto de bacterias, hongos, virus y otros microorganismos que viven en distintos lugares del cuerpo: intestino, piel, boca, pulmones, entre otros. La más conocida —y estudiada— es la intestinal, donde se concentran billones de microbios que participan en funciones vitales.
Según la Sociedad Europea de Neurogastroenterología, una microbiota equilibrada ayuda a absorber nutrientes, fortalecer el sistema inmune y hasta producir neurotransmisores como la serotonina, clave en el estado de ánimo.
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¿Qué pasa si se desequilibra?
Cuando la microbiota se desbalancea —lo que se llama disbiosis— puede haber efectos como:
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ansiedad o depresión,
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trastornos digestivos,
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inflamación intestinal,
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baja inmunidad.
La bióloga molecular Emilia Caro, directora de la Fundación GEDYT, explicó que “una buena dieta puede ser clave para mejorar la salud mental”, gracias a la influencia de la microbiota.
El “segundo cerebro” en acción
El cardiólogo Eric Topol, del Scripps Institute (EE.UU.), sostiene que el intestino se comunica con el cerebro a través del sistema nervioso, las hormonas y los neurotransmisores que producen estas bacterias.
La conexión se da principalmente por:
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el nervio vago,
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las células intestinales hormonales,
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el sistema inmune,
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y los neurotransmisores como GABA y serotonina.
¿Cómo cuidar la microbiota?
La buena noticia es que se puede fortalecer con alimentos accesibles y cotidianos. Acá van 5 recomendaciones concretas:
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Más fibra: verduras de hoja, semillas, lentejas y cereales integrales.
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Polifenoles: arándanos, nueces, zanahorias y aceitunas negras.
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Probióticos: yogur natural, kéfir, kimchi, kombucha.
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Prebióticos: avena, ajo, cebolla, banana y espárragos.
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Más omega-3: pescado (como atún o sardinas), nueces y semillas.
La doctora Caro también sugiere reducir el consumo de azúcares, grasas trans y ultraprocesados, ya que pueden dañar esta flora intestinal.