ASalto clama por un futuro sin las sombras del pasado.
La saga de los Lima: entre el desastre del pasado y la incierta promesa del futuro

Gonzalo Sualina
Periodista
A escasas semanas de una contienda electoral crucial, Salto se debate en una encrucijada marcada por un pasado reciente que proyecta una sombra ominosa sobre su futuro. La figura de los hermanos Lima emerge, no como faros de esperanza, sino como espectros de una gestión plagada de interrogantes y una aspiración que genera profunda inquietud en la ciudadanía.
La intendencia precedente, liderada por uno de los hermanos, no concluyó su ciclo sin dejar tras de sí un expediente judicial abultado y una atmósfera de sospecha que aún hoy enrarece el ambiente político local. Las acusaciones de corrupción, lejos de ser meros rumores de campaña, resuenan con la fuerza de denuncias persistentes, alimentando una desconfianza palpable hacia la clase dirigente. ¿Cómo puede la ciudadanía depositar nuevamente su confianza en un linaje político marcado por tales antecedentes? La memoria colectiva de Salto no puede ni debe ser tan maleable como para obviar las consecuencias de una administración cuestionada en múltiples instancias.
Ahora, el segundo de los hermanos alza la voz, aspirando a tomar las riendas de un departamento que aún no se repone de las heridas infligidas. Su discurso, aunque revestido de promesas de renovación, inevitablemente evoca el legado de su predecesor. La pregunta que resuena en cada rincón de Salto es ineludible: ¿representa este nuevo liderazgo una ruptura real con las prácticas del pasado o es simplemente la continuidad de un modelo que ha sumido a la ciudad en un visible deterioro?
Salto, un territorio con una rica historia y un potencial innegable, languidece bajo el peso de la desidia y la falta de transparencia. La penumbra que hoy envuelve a la ciudad no es solo una metáfora de la deficiente infraestructura, sino un reflejo de la oscuridad que emana de una gestión cuya probidad ha sido seriamente comprometida.
Las elecciones del 11 de mayo trascienden la mera disputa por el poder; representan una oportunidad histórica para que Salto redefina su destino. La ciudadanía tiene la responsabilidad de ejercer un voto informado y crítico, despojándose de cualquier atisbo de ingenuidad. Es imperativo exigir rendición de cuentas, analizar trayectorias y discernir si las propuestas presentadas ofrecen una vía real hacia la recuperación y el progreso, o si perpetúan un ciclo vicioso de promesas incumplidas y sombras persistentes.