Juan Castillo durante su mensaje por el primero de mayo, apostando al diálogo social.
En una cadena nacional por el Día de los Trabajadores, el MTSS reafirmó su compromiso con el diálogo social, la equidad laboral y la atención a la niñez vulnerable.
Mientras miles de uruguayos hacen malabares para llegar a fin de mes, el ministro de Trabajo y Seguridad Social, Juan Castillo, se tomó siete minutos de cadena nacional para decirnos lo que ya sabemos: que hay que dialogar, que hay que reducir la jornada laboral, que la productividad importa y que hay que cuidar a los gurises que viven en la pobreza. Brillante. ¿Y después?
El mensaje, envuelto en tono sereno y palabras bonitas, pintó un país donde el debate está en el centro, donde la negociación tripartita es el camino y donde la justicia social sigue siendo ese faro al que todos miramos pero que nadie se acerca. Una postal preciosa… si no fuera porque en la calle la realidad patea con otra fuerza.
Castillo habló de “liderar debates ineludibles”, como si hablar fuera un acto heroico. Reducir el tiempo de laburo sin tocar la productividad suena tan lógico como andar en bondi sin pagar boleto. Pero claro, decirlo no cuesta nada. Mientras tanto, las changas siguen sin cobertura, la informalidad galopa y las 8 horas son un lujo que no todos conocen.
Y cuando llegó el momento de hablar de pobreza infantil, el tono se puso casi místico. “Sumar esfuerzos”, “solidaridad”, “justicia social”… Las palabras sonaban como si fueran mágicas. Pero los pibes siguen comiendo salteado. La yerba sube, la leche escasea y los discursos abundan.
Por supuesto, no faltó el guiño a la historia. Los mártires de Chicago fueron invocados como si el solo hecho de recordarlos nos acercara a sus conquistas. Hermoso homenaje, pero los mártires no necesitan palabras: necesitan coherencia con sus luchas.
El cierre fue una frase de libro de autoayuda: “la pública felicidad depende de nosotras y nosotros mismos”. Casi como decir: arreglátelas como puedas, pero sonriendo. Brillante.
Del otro lado, el presidente Yamandú Orsi tiró la posta sin vueltas: “está difícil” reducir la jornada laboral. Por lo menos alguien lo dijo sin maquillaje. Porque sí, hablar es fácil, pero transformar la vida de la gente que se parte el lomo todos los días, eso es otro cantar.
En resumen: mucho discurso, poco laburo concreto. Mientras se llenan la boca de diálogo, los gurises siguen esperando. Y el laburante también.