Felipe Carballo, en un intento solitario de transformar la Justicia en militancia.
Felipe Carballo intentó convertir al Senado en defensor de Cristina Kirchner, pero recibió un portazo parlamentario encabezado por Sebastián Da Silva.
Felipe Carballo, senador frenteamplista, se levantó en la media hora previa con aire solemne y tono de epopeya, para pedir lo impensado: que Uruguay, sí, Uruguay, repudiara la condena judicial de Cristina Fernández de Kirchner en Argentina.
Su frase estrella fue: “el pueblo argentino está amedrentado”. Fuerte, ¿no? Lástima que olvidó mencionar pruebas, juicios orales, defensa legal o cualquier indicio de contexto jurídico. Pero claro, lo suyo era más un acto de militancia nostálgica que un planteo institucional.
Felipe Carballo, en un intento solitario de transformar la Justicia en militancia.
Como si se tratara de un revival del "patria sí, colonia no", Carballo quiso pintar a Cristina como mártir democrática. Olvidó, sin embargo, que fue juzgada por corrupción, con todas las garantías del debido proceso. ¿Proscripción? No. Fue condena. Legal, documentada y con fallo firme.
Y entonces, como en toda buena obra de teatro político, apareció el antagonista: Sebastián Da Silva. Lapidario, directo y sin vueltas, soltó la frase que descolocó al recinto: “yo no voy a votar a una chorra”. Y listo. Un solo adjetivo, tan uruguayo como certero, alcanzó para pinchar el globo inflado de solemnidad impostada.
El resultado: de 25 senadores presentes, apenas 16 acompañaron el pedido de Carballo. El resto optó por el silencio, la incomodidad o el rechazo explícito. Porque incluso dentro del Frente Amplio hay quienes entienden que la justicia argentina, nos guste o no, funciona con sus propias reglas. Y no está para recibir lecciones desde Montevideo.
Lo más curioso es que Carballo, mientras exigía que Uruguay no se entrometiera en asuntos ajenos, proponía que... Uruguay se entrometiera en asuntos ajenos. Una lógica circular tan absurda que ni los suyos lograron sostenerla.
El episodio dejó varias lecciones: que la épica kirchnerista ya no emociona como antes, que la impunidad no se defiende con discursos grandilocuentes, y que en el Parlamento uruguayo aún hay quienes prefieren llamar a las cosas por su nombre.
Quizás la próxima vez Carballo ensaye mejor. Porque si va a hacer un acto, que al menos tenga guion coherente.