Solo, señalado y olvidado: El último retrato de un exintendente despreciado

Andrés Lima asistió solo a la asunción en salto. Sin respaldo ni respeto, terminó increpado por vecinos.

Sin respaldo, sin aliados y sin aplausos: Andrés Lima, cara visible del desgaste político.


En política, a veces el silencio dice más que cualquier discurso. Y lo que se vivió en el acto de asunción del nuevo intendente de Salto fue un retrato despiadado del ocaso político de Andrés Lima. Sin apoyo, sin aplausos, sin siquiera un acompañante. Solo. Como pocos imaginaron, pero como muchos esperaban.

Tras una década al frente del gobierno departamental, Lima llegó al acto protocolar como un invitado más. O quizás, como un invitado de más. Sentado en un rincón, sin referentes políticos a su lado, sin colaboradores, ni siquiera un perro que lo siguiera. La imagen fue tan simbólica como lapidaria: un exlíder caminando sin eco.

Su gestión, marcada por la improvisación, el desgaste constante y el despilfarro de recursos públicos, dejó huellas visibles en el departamento. Calles rotas, barrios olvidados, obras que no llegaron y promesas que quedaron en campaña. Durante diez años, Lima tuvo el timón... pero el barco nunca llegó a puerto.

Vecinos presentes en el acto no ocultaron su descontento. Algunos, al finalizar el evento, se le acercaron no para saludarlo, sino para reclamarle cara a cara lo que durante años escucharon en silencio: abandono, desidia, y una gestión que, lejos de mejorar las cosas, las empeoró. Los reclamos fueron directos. Sin filtro. No hubo guardaespaldas ni asesores que lo salvaran esta vez.

En su momento de mayor exposición, Lima eligió el personalismo, desarmó puentes políticos y dinamitó alianzas. Hoy, cosecha lo que sembró: una soledad política que no sorprende a nadie.

Ni los suyos lo defendieron. Su paso por la intendencia, que arrancó con promesas de cambio, terminó en una larga lista de críticas: contratos a dedo, obras inconclusas, deudas acumuladas, y una burocracia que creció más que la gestión. El relato se desgastó y la realidad se impuso.

La indiferencia de sus pares y el rechazo de la gente marcaron su salida. No será recordado por obras emblemáticas ni por transformaciones profundas. Su legado, si algo queda, será el reflejo de cómo el poder mal administrado termina devorando a sus propios protagonistas.

Mientras el nuevo intendente era saludado con entusiasmo y esperanza, Andrés Lima se retiró como llegó: sin que nadie lo notara. O peor aún, notado solo para ser señalado.

La historia es dura con los que gobiernan sin resultados. Y en Salto, el veredicto popular ya parece haber sido dictado: ni olvido ni perdón, solo desencanto.

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República Oriental del Uruguay