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Cumbre de alto nivel entre líderes de izquierda: Orsi, Lula, Petro, Boric y Pedro Sánchez"
El próximo 21 de julio, el Palacio de la Moneda en Chile será sede de una “reunión de alto nivel” que está lejos de ser un mero encuentro diplomático. Participarán los presidentes Gabriel Boric (Chile), Gustavo Petro (Colombia), Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), Pedro Sánchez (España) y, por primera vez como jefe de Estado, Yamandú Orsi (Uruguay). La reunión, bajo el pomposo título “Democracia siempre”, se presenta como una agenda por el multilateralismo y la justicia social, pero en los hechos configura un claro reagrupamiento de la izquierda latinoamericana y europea.
En nombre de la democracia, estos líderes buscarán establecer un bloque ideológico común que “combata la desinformación”, “regule las tecnologías emergentes” y “fortalezca el multilateralismo”. Sin embargo, detrás de esta narrativa amable, se esconde un preocupante avance coordinado para imponer una visión única del poder estatal, justificar regulaciones opacas y reprimir la crítica con el pretexto del extremismo.
Orsi entra al juego grande, pero ¿de qué lado?
Con su participación, Orsi deja claro que Uruguay dejará de ser un espectador neutral en el ajedrez geopolítico. Se alinea sin tapujos con un bloque que ya ha demostrado prácticas autoritarias encubiertas en nombre de la inclusión y el progresismo. ¿Es esta la “nueva izquierda” que pretende marcar el rumbo del país? ¿O es una peligrosa reedición de fórmulas fracasadas que ahogaron libertades y dinamitaron economías enteras?
La reunión no es inocente. Es la continuación directa del foro “En defensa de la democracia, luchando contra el extremismo”, promovido por Lula y Sánchez en 2024. Allí se sentaron las bases para crear una narrativa común: todo lo que se oponga a sus políticas será etiquetado como extremista o desinformación.
La censura disfrazada de regulación
Uno de los temas centrales de la cumbre será la “regulación de tecnologías emergentes”. Esto suena bien hasta que uno revisa los antecedentes: se trata, en la práctica, de mecanismos de control sobre redes sociales, medios independientes y plataformas críticas. Un modelo de censura “progresista”, disfrazado de ética digital.
¿Dónde queda la libertad de expresión? ¿Quién define qué es “desinformación”? ¿Los mismos gobiernos que manipulan estadísticas, ocultan datos y compran prensa adicta con fondos públicos?
El precio de la obediencia geopolítica
Orsi asume el riesgo de alinearse con un grupo que empieza a ser visto con sospecha en buena parte del mundo democrático. En lugar de defender la tradición pluralista del Uruguay, decide subirse al tren de los discursos prefabricados, de las poses para la foto y de los compromisos vagos que en nada benefician al ciudadano común.
Este tipo de encuentros no son reuniones de Estado, son maniobras ideológicas. El problema es que, cuando se juega con fuego ideológico a nivel regional, los costos no los paga el político, los paga el pueblo. Ya lo vimos en Argentina, en Perú, en Venezuela. ¿Qué más necesitamos para aprender?
Conclusión: no es una reunión, es una advertencia
Uruguay debe estar alerta. El ingreso de Orsi a este círculo de poder no es una anécdota diplomática, es un signo político. El país se está acercando a una arquitectura de poder regional donde la democracia se define a conveniencia del que manda, y la discrepancia se persigue con algoritmos y decretos.
¿Queremos que Uruguay siga ese camino? La respuesta no está en los salones de La Moneda, está en la ciudadanía informada. Y esta nota es solo el comienzo.
Foto genérica de archivo: líderes reunidos en cumbre anterior. Fuente: prensa presidencial