Nueva prohibición talibán cierra las puertas a la educación médica femenina

La prohibición educativa amenaza derechos de mujeres y servicios esenciales de salud en comunidades vulnerables.


Las autoridades talibanes en Afganistán han tomado una nueva y devastadora medida al prohibir que las mujeres sean admitidas en las escuelas de medicina, eliminando de un plumazo la última esperanza de las jóvenes afganas de acceder a la educación superior. La noticia, que llegó a través de un decreto emitido por el líder talibán Hibatullah Akhundzada, ha generado una ola de reacciones, tanto dentro como fuera del país. Esta decisión, según informaron fuentes internas que pidieron permanecer en el anonimato, fue comunicada oficialmente en una reunión celebrada en Kabul con los directores de todas las instituciones médicas del país.

El impacto de esta medida no se queda en la esfera educativa, sino que se extiende a toda la sociedad afgana. En una cultura donde la segregación de género es estricta y los médicos varones tienen prohibido atender a mujeres, esta prohibición tiene consecuencias que van más allá de las aulas. Privar a las mujeres de la posibilidad de convertirse en médicas, enfermeras o parteras no solo socava sus derechos, sino que también pone en jaque la capacidad del sistema de salud para atender a la población femenina.

Las reacciones internacionales no se hicieron esperar. Robert Dickson, encargado de negocios de la misión diplomática británica en Kabul, expresó su preocupación en la plataforma X, antes conocida como Twitter. “Esto es otra afrenta al derecho de las mujeres a la educación y restringirá aún más el acceso de las mujeres y los niños afganos a la atención sanitaria”, declaró Dickson. Este tipo de declaraciones reflejan el sentimiento generalizado de alarma que la comunidad internacional siente frente a las políticas de los talibanes.

Desde que retomaron el poder en agosto de 2021, los talibanes han restringido progresivamente los derechos de las mujeres, cerrándoles las puertas de las universidades y limitando su acceso a la educación secundaria más allá del sexto grado. Estas restricciones también se extienden al ámbito laboral, donde las mujeres solo tienen permitido trabajar en sectores muy específicos como la salud, la inmigración y la policía. La justificación oficial para estas políticas radica en su interpretación estricta de la ley islámica, o Sharia. Sin embargo, para muchas organizaciones y gobiernos, estas medidas no son más que un intento sistemático de borrar a las mujeres del espacio público.

Las redes sociales han sido el escenario donde las jóvenes afganas han expresado su dolor y frustración. En un video que circula desde el martes, un grupo de estudiantes, visiblemente afectadas, enfrentan a los funcionarios talibanes en la entrada de una escuela de medicina. “Si no podemos estudiar, dennos veneno para morir en paz”, clama una de ellas con una mezcla de desesperación y valentía. Aunque la autenticidad del video no ha sido verificada de manera independiente, refleja el profundo impacto emocional que esta decisión tiene en las jóvenes.

Organizaciones locales también han alzado su voz. La Organización para el Fortalecimiento del Bienestar de Mujeres y Niños de Afganistán emitió un comunicado denunciando la prohibición y resaltando su efecto devastador en el sistema sanitario del país. “Esta decisión niega a innumerables mujeres jóvenes la oportunidad de seguir carreras en medicina, un campo en el que históricamente han desempeñado un papel vital, en particular en la prestación de atención médica a mujeres y niños”, afirmaron. Además, señalaron que Afganistán ya enfrenta una de las tasas de mortalidad materna más altas del mundo, una situación que solo empeorará con la ausencia de trabajadoras sanitarias.

El acceso limitado a servicios de salud es una realidad que muchas mujeres afganas conocen de cerca. En comunidades rurales, las parteras y médicas han sido, por años, las únicas proveedoras de atención médica para mujeres, especialmente durante el embarazo y el parto. Con esta nueva restricción, se teme que las complicaciones de salud que podrían ser prevenidas o tratadas a tiempo se conviertan en tragedias para familias enteras.

Para algunos observadores, esta serie de medidas no es accidental, sino parte de un plan más amplio para consolidar un modelo de sociedad en el que las mujeres queden relegadas al ámbito privado. Pero también está claro que estas decisiones no solo afectan a las mujeres, sino a toda la estructura social y económica del país. Sin profesionales capacitadas en el sector médico, la calidad de la atención sanitaria se deteriorará aún más, algo que impactará tanto a hombres como a mujeres.

Las voces críticas dentro del país, aunque silenciadas en gran medida, también intentan hacerse escuchar. Defensores de derechos humanos, académicos y profesionales de la salud han advertido que estas políticas no solo destruyen el tejido social, sino que también condenan a Afganistán a un futuro de pobreza, aislamiento y desigualdad.

Para las mujeres que han crecido con la esperanza de un futuro mejor, esta decisión representa un golpe demoledor. Desde niñas que sueñan con ser médicas hasta estudiantes universitarias que habían logrado desafiar las normas sociales para inscribirse en carreras de salud, muchas sienten que el sistema les ha fallado. “¿Qué clase de futuro podemos tener si no se nos permite aprender, trabajar ni vivir dignamente?”, se pregunta una joven en un mensaje anónimo compartido en redes sociales.

Afganistán, un país con una rica historia de resiliencia y lucha, se enfrenta ahora a uno de sus desafíos más complejos: encontrar un equilibrio entre tradición y modernidad sin sacrificar los derechos de la mitad de su población. Las políticas actuales, lejos de resolver problemas, parecen estar creando nuevas crisis que afectarán a generaciones venideras.

La comunidad internacional observa con atención, aunque algunos cuestionan si las condenas verbales y las sanciones económicas son suficientes para frenar estas políticas. Mientras tanto, las mujeres afganas, lejos de rendirse, continúan luchando de diversas formas, desde protestas silenciosas hasta redes de apoyo clandestinas. En sus voces, llenas de coraje y determinación, se encuentra la esperanza de un futuro en el que puedan recuperar los derechos que hoy les son negados.