La ola de calor está aquí. Tomá precauciones para protegerte a vos y a los más vulnerables.
Con la ola de calor en su pico, es crucial saber cómo prevenir el agotamiento por calor y el golpe de calor. Reconocer sus síntomas puede marcar la diferencia entre un susto y una emergencia real.
El calor apremia y el verano no da tregua. Si bien todos disfrutamos del sol, no podemos olvidar que el calor extremo también viene con sus riesgos, y no son pocos. El cuerpo humano tiene sus límites, y ante altas temperaturas, las complicaciones de salud pueden escalar rápidamente. Es especialmente crítico para los más vulnerables: niños pequeños, personas mayores y aquellos con problemas de salud preexistentes.
Pero, ¿cómo saber si solo es cansancio por calor o si estamos ante un golpe de calor, que es mucho más serio?
Agotamiento por calor vs. golpe de calor: no es lo mismo, pero ambos son graves
El agotamiento por calor es una especie de aviso previo. El cuerpo empieza a perder más agua y sales de las necesarias a través del sudor, lo que puede generar deshidratación. Síntomas típicos: piel pálida, sudoración excesiva, mareos, náuseas y cansancio extremo. Aunque no es tan grave como el golpe de calor, si no se trata rápido, puede convertirse en algo mucho peor.
El golpe de calor, por su parte, es otro nivel. Aquí el cuerpo no puede regular su temperatura correctamente y puede superar los 39°C, lo cual es potencialmente mortal. Piel roja, caliente y seca (sin sudor), confusión, pérdida de conciencia, y respiración acelerada son señales claras de que estamos ante una emergencia. Si no se actúa de inmediato, los daños a los órganos pueden ser irreparables.
¿Qué hacer si te sentís mal por el calor?
Si ya sabés que el calor te está pasando factura, hay que ser rápido. En el caso de agotamiento, es clave moverse a un lugar fresco, hidratarse bien y descansar. Si los síntomas persisten, no dudes en consultar a un profesional de salud.
Si sospechás que alguien está sufriendo un golpe de calor, no hay tiempo que perder. Llamá a emergencias, trasladá a la persona a un lugar fresco y mojala con agua fría. No uses alcohol ni administres medicamentos sin supervisión médica.
Prevención: el mejor remedio es la prevención
No basta con refrescarse con una bebida fría. Para sobrevivir la ola de calor, la hidratación es clave. Pero también hay otras estrategias que, si las tomás en cuenta, te van a ayudar a protegerte:
Beber agua constantemente: Incluso si no tenés sed, es fundamental mantener el cuerpo bien hidratado. Las bebidas con electrolitos son una buena opción, especialmente si hacés actividad física.
Comer alimentos livianos: Las frutas y verduras frescas son ideales, no solo por sus nutrientes, sino porque mantienen el cuerpo fresco y ligero.
Evitar la exposición directa al sol: Las horas más críticas son entre las 10:00 y las 16:00. Si podés, no salgas en ese horario o busca sombra. Si no podés evitarlo, que el sol te dé en las partes menos expuestas del cuerpo y usá protector solar.
Ropa adecuada: Aunque parezca obvio, la ropa liviana y de colores claros, de algodón, es la mejor opción. También es recomendable usar sombrero y gafas de sol.
Cuidar a los más vulnerables: Los bebés y los adultos mayores son los que más sufren con el calor. Hacé que los pequeños tomen más agua y refrescalos con agua fresca si es necesario. En el caso de los mayores, asegurate de que se mantengan en lugares frescos, hidratados y sin exposición al sol.
Conclusión: estar preparados es la clave
Este calor extremo es una amenaza real, pero no tiene por qué ser un problema mayor si tomás las precauciones adecuadas. La diferencia entre un simple malestar y una emergencia grave está en cómo reaccionamos ante los primeros síntomas. Hidratación, protección y conocer las señales a tiempo pueden marcar la diferencia entre un día de calor más y una situación peligrosa.
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