La violencia en las calles sigue marcando historias de inseguridad que impactan en la vida cotidiana de muchos.
Un robo a medianoche terminó con un hombre hospitalizado tras una golpiza que dejó fracturas graves. Los agresores huyeron, dejando una huella de inseguridad.
No había mucho movimiento a esa hora en el barrio, pero el silencio no siempre es garantía de calma. Era la 1:25 de la madrugada cuando un hombre de 38 años terminó convertido en la víctima de una escena que parecía sacada de una película de acción. Cuatro personas, dos motos, y una noche que, para él, no iba a terminar bien.
En la esquina de las avenidas Orestes Lanza y Benito Solari, el hombre fue interceptado. No hubo palabras ni advertencias. Los agresores actuaron rápido, con una violencia que no dejó espacio para dudas: esto era un asalto, y el precio por resistirse iba a ser caro. En cuestión de minutos, le quitaron $2.500 pesos uruguayos, pero el verdadero daño no estaba en el bolsillo vacío, sino en el rostro golpeado.
Doble fractura de mandíbula, dijeron después en el hospital. Pero en ese momento, lo único claro era que las cosas habían salido muy mal. Las motos desaparecieron tan rápido como habían llegado, dejando atrás al hombre herido, solo en la calle, mientras trataba de entender qué acababa de pasar.
La Policía llegó rápido al lugar y lo trasladó al Hospital Regional Salto. Allí, los médicos confirmaron el diagnóstico preliminar: doble fractura de mandíbula. Antes de que pudiera descansar, ya estaba camino al tomógrafo, con el rostro hinchado y el dolor marcando el ritmo de esa madrugada.
Lo que ocurrió después de ese momento queda en los registros policiales y médicos. Los detalles de la intervención quirúrgica, el proceso de recuperación, incluso los nombres y rostros de los responsables, todo eso todavía es parte de una historia que sigue abierta. Pero en el barrio, la sensación de inseguridad quedó flotando en el aire, como un eco de lo que puede pasar en cualquier esquina, a cualquier hora.
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