Restos de árboles talados en Parque del Lago, pulmón verde de los salteños ahora reducido a silencio y polvo.
Gobiernos del Frente Amplio en Salto aprobaron talas masivas sin pasar por la Junta, según denuncias de fuentes políticas que hablan de corrupción con la madera pública.
En Salto, los árboles no votan. Y quizá por eso, su eliminación masiva pasó desapercibida para muchos, pero no para quienes siguen de cerca lo que ocurre con el patrimonio natural del departamento. Durante los dos periodos de gobierno del intendente Andrés Lima, se llevaron a cabo talas masivas en el Parque del Lago y zonas cercanas a Salto Grande, sin pasar por la Junta Departamental y con resoluciones que generaron más preguntas que respuestas.
Durante años, se justificó la tala de eucaliptos en el Parque del Lago con la excusa de que se necesitaban gradas para el carnaval. Pero fuentes políticas que hablaron con Uruguay Al Día aseguran que ese argumento fue solo una fachada: “Carnaval fue toda la gestión del Frente Amplio, un carnaval de leña, negocios turbios y tala sin control”.
Las resoluciones firmadas desde la Intendencia permitían a ciertas empresas privadas —vinculadas a figuras del oficialismo— talar entre 200 y 220 árboles. Sin embargo, informes internos y pedidos de informes entre 2016 y 2020 revelaron que la cantidad real fue muy superior: se estima que fueron miles los ejemplares eliminados. Pulmones verdes de todos los salteños que se convirtieron en tablas, postes y leña para alimentar negocios particulares.
Y lo más grave es que, en muchos casos, la Intendencia ni siquiera recibió la mitad del volumen talado. En otros, no recibió absolutamente nada. La madera terminó siendo usada para beneficiar a monotributistas amigos del poder, o directamente revendida para viviendas y obras privadas. “La promesa era construir un deck de 400 metros con esa madera en enero de 2025”, recuerda un funcionario consultado. Pero ese deck nunca apareció. En cambio, sí aparecieron estructuras similares en casas particulares, según vecinos de la zona.
También estaban previstos sobrepisos y obras de infraestructura con esas maderas. Hoy nadie sabe a ciencia cierta dónde fueron a parar. Mientras tanto, las empresas “amigas” de siempre obtuvieron contratos, ganancias y madera a cambio de entregarle a la Intendencia unas pocas tablas como devolución simbólica.
¿Dónde se vio que una intendencia con aserradero propio no use a sus funcionarios para estos trabajos y en su lugar contrate a terceros, perdiendo control y patrimonio? “Nos vendieron que no costaba plata. Pero lo que costó fue perder parte del ecosistema salteño”, señalan las fuentes.
A cada resolución autorizando la tala de 200 árboles, parece faltarle un cero. No fueron cientos, sino miles los ejemplares talados. Nichos ecológicos destruidos, sombra que ya no está, aire que no se regenera. Y, sobre todo, árboles que eran de todos los salteños. De vos, de tus hijos, de quienes caminan por esos parques los fines de semana.
Hoy la bronca sigue creciendo, porque cada grúa, cada camión y cada motosierra usada en estos operativos fue parte de un desmonte que no se detuvo. La tala no fue un acto aislado. Fue una política sistemática.
En silencio, durante años, nos fueron sacando una parte de nuestro patrimonio verde. Y lo hicieron sin pedir permiso. Sin consulta. Sin transparencia.
Porque, como dicen en los pasillos de la Intendencia: los árboles no votan. Pero los salteños, sí.