Detectaron señales del cambio climático humano ya en 1885
Un estudio indica que la actividad industrial ya dejaba huellas climáticas medibles
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Un reciente estudio publicado en la revista Nature sostiene que ya en el siglo XIX existían señales detectables del impacto humano sobre el clima, si se hubiesen contado con herramientas modernas de observación.
Los investigadores usaron modelos climáticos avanzados para simular el comportamiento de la atmósfera desde 1860, incorporando variables como erupciones volcánicas y radiación solar.
Benjamin Santer, climatólogo y coautor del trabajo, explicó que estas señales habrían sido perfectamente visibles con tecnología satelital actual, incluso antes de que se popularizara el uso del automóvil a combustión.
El trabajo subraya la importancia de mantener la continuidad en las observaciones climáticas. Cortarlas implicaría avanzar a ciegas en un contexto global cada vez más incierto.
De acuerdo con datos proporcionados por Naciones Unidas, el fenómeno del calentamiento global se relaciona con alteraciones persistentes en los niveles térmicos y en la distribución de los fenómenos meteorológicos. Estas variaciones pueden estar asociadas a elementos naturales, como la actividad volcánica o los cambios en la radiación solar. No obstante, desde finales del siglo XIX, el comportamiento humano —sobre todo a través del uso intensivo de energías fósiles como el gasoil, el carbón y el crudo— se volvió una influencia determinante.
En ese contexto, una publicación científica de reciente aparición en la revista Nature indica que las huellas del calentamiento atribuido a la acción humana ya podían percibirse con claridad hacia el año 1885.
Benjamin Santer, experto en clima radicado en Los Ángeles y uno de los principales autores del trabajo, señaló que “ya en 1885 era viable distinguir el impacto antrópico en los registros térmicos”.
Las primeras huellas sobre nuestras cabezas
Según el análisis difundido por Nature, los pioneros Eunice Foote y John Tyndall ya habían documentado, en la década de 1850, que el dióxido de carbono tenía capacidad para absorber energía térmica. Sin embargo, la comunidad científica global recién alcanzó consenso muchos años más tarde sobre la responsabilidad directa de las emisiones industriales en el incremento de la temperatura del planeta.
Este nuevo trabajo sugiere que hacia fines del siglo XIX, cuando las emisiones provenientes de fábricas comenzaban a incrementarse tras la Revolución Industrial, ya existían signos inequívocos de este fenómeno. Si bien las concentraciones de gases eran inferiores a las de hoy, los indicios —según los autores— ya estaban presentes.
Una atmósfera invertida
El documento remarca que si se hubiese contado con la tecnología actual, los investigadores del siglo XIX habrían podido constatar el enfriamiento progresivo de las capas superiores de la atmósfera, provocado por la acumulación de gases de invernadero.
“El vapor de agua, el dióxido de carbono y otros componentes contaminantes retienen la energía térmica emitida por la superficie terrestre”, explicaron los autores del trabajo. “Al liberar estos compuestos a través de la industria, se genera un aumento en la temperatura de la troposfera. No obstante, a partir de los 7 kilómetros de altitud —donde comienza la estratósfera— ocurre el efecto contrario: se produce una disminución térmica”, apuntaron en Nature.
Retroceder en el tiempo, con modelos actuales
El análisis se concentró en esa región específica del cielo porque presenta menor sensibilidad a los vaivenes naturales del clima, lo que permite una detección más clara de cambios atribuibles a la actividad humana.
Para desarrollar el experimento, se utilizaron nueve sistemas de simulación climática de última generación. Estas herramientas permitieron recrear la evolución del aire en altura desde el año 1860, contemplando variables naturales como erupciones volcánicas, que suelen disminuir la temperatura en superficie pero elevarla en la estratósfera.
Luego, el equipo estimó cómo habrían sido esas mediciones si los investigadores del siglo XIX hubieran dispuesto de globos meteorológicos precisos o satélites como los que hoy opera la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE.UU.).
Los resultados fueron contundentes: en ese escenario, el descenso térmico en la estratósfera habría sido visible hacia 1885. Y eso, incluso en un período donde los motores a combustión aún no se utilizaban de forma extendida.
El valor de seguir midiendo
El enfoque utilizado por el grupo de Santer generó interés inmediato en el ámbito académico. Michael Mann, investigador de la Universidad de Pensilvania, aseguró que si bien la idea de una señal temprana no es nueva, este trabajo la valida con evidencia. “A fines del siglo XIX, ya sabíamos que el calentamiento inducido por humanos debía estar en marcha. Lo que hicieron Ben y su equipo fue demostrarlo matemáticamente”, explicó.
Santer, por su parte, advirtió que “si se corta la continuidad de las mediciones, estaríamos yendo a oscuras hacia un escenario climático incierto”.