Sebastián Da Silva criticó duramente el intento de Carballo por defender a Cristina Kirchner. Foto: Federico Gutierrez / FocoUy
Carballo buscó que Uruguay rechace la condena contra Cristina Kirchner, pero Da Silva lo desarmó con firmeza y dejó al Frente sin justificación sólida.
El intento del senador frenteamplista Felipe Carballo de convertir el Senado uruguayo en caja de resonancia de la política judicial argentina generó incomodidad, rechazo y, sobre todo, una contundente respuesta por parte del nacionalista Sebastián Da Silva.
Durante la media hora previa a la sesión, Carballo solicitó que el gobierno uruguayo manifestara públicamente su repudio a la condena contra Cristina Fernández de Kirchner. Lo hizo con un tono grave, intentando revestir de solemnidad un pedido que, para muchos, carece de sentido común y se aleja de las prioridades del país.
“El pueblo argentino está amedrentado”, sostuvo Carballo, en una declaración que parece más cercana a una consigna panfletaria que a una reflexión seria desde el Parlamento uruguayo. En su planteo, no hubo una sola mención a las pruebas judiciales, al proceso legal ni al derecho de los argentinos a investigar la corrupción sin interferencias externas.
Como era de esperar, la respuesta no tardó en llegar. El senador blanco Sebastián Da Silva rechazó la propuesta de plano, y se negó a votar el pedido de Carballo. De forma clara y directa, Da Silva expresó que no estaba dispuesto a respaldar a quien consideró, sin rodeos, una “chorra”.
Esa sola palabra, tan uruguaya como efectiva, cortó con el discurso de solemnidad impostada que intentó imponer Carballo. Mientras el Frente Amplio intentaba vestir de solidaridad lo que en realidad fue una defensa corporativa, Da Silva puso en palabras lo que muchos piensan: Cristina no está siendo perseguida, está siendo juzgada.
Sebastián Da Silva criticó duramente el intento de Carballo por defender a Cristina Kirchner. Foto: Dante Fernandez / FocoUy
En su exposición, Carballo aseguró que “fue proscrita en democracia a la vista de todos”. Sin embargo, omite un detalle elemental: la exmandataria fue condenada por corrupción por la Justicia argentina, en un proceso que incluyó pruebas, testimonios y derecho a defensa. ¿Llamar eso “proscripción” no es una burla a la democracia?
Lo más curioso fue el intento de presentarse como defensor de los principios democráticos, apelando al “no intervencionismo” mientras, en el mismo párrafo, exige que Uruguay se meta de lleno en los asuntos internos de un país vecino. Una contradicción tan evidente que ni siquiera los suyos supieron cómo sostenerla.
De los 25 senadores presentes, solo 16 acompañaron la propuesta de Carballo. El resto, entre silencios y rechazos explícitos, marcó distancia de un planteo que pareció más una declaración de militancia que un gesto institucional. El senador frenteamplista quiso dejar una señal política y terminó dejando en evidencia la falta de autocrítica de quienes aún creen que la impunidad debe ser protegida por afinidades ideológicas.
Mientras el Frente Amplio se aferra a viejas lealtades regionales, Da Silva optó por la claridad. Y aunque su frase pueda resultar incómoda para algunos o demasiado frontal para otros, puso sobre la mesa una verdad que no necesita adornos: la corrupción no tiene patria, pero la dignidad tampoco.