Un nuevo informe advierte sobre el impacto social que está generando el crecimiento de la población carcelaria femenina en Uruguay. Además del hacinamiento en varios módulos del sistema penitenciario, una realidad que preocupa cada vez más es la presencia de niños que viven en prisión junto a sus madres.
En Uruguay, la cantidad de mujeres presas crece tres veces más rápido que la de los hombres. Esta tendencia también ha provocado un aumento en la cantidad de niños que viven dentro de centros penitenciarios junto a sus madres.Estas situaciones surgen cuando mujeres privadas de libertad tienen hijos pequeños a su cargo, y por eso, los menores terminan viviendo con ellas dentro de las unidades. Este fenómeno viene en aumento y representa un desafío no solo para el sistema carcelario, sino también para la protección de derechos de la infancia.
Más mujeres presas, más niños tras las rejas
El crecimiento de la población penitenciaria femenina ha sido sostenido en los últimos años. Desde 2018, el ritmo de aumento es de alrededor del 18 % anual, una cifra que triplica el crecimiento de la población carcelaria masculina. La mayoría de estas mujeres tienen antecedentes de vida marcados por la vulnerabilidad, pobreza, vínculos con el narcotráfico, violencia de género y dificultades para insertarse laboralmente.
En la actualidad, hay más de 1.400 mujeres presas en Uruguay. El 8 % del total de la población carcelaria son mujeres, mientras que en 2019 ese porcentaje era del 5 %. Un dato que llama la atención es que muchas de ellas tienen hijos y, en promedio, más hijos que el resto de las mujeres del país: una media de 2,65 frente al promedio nacional de 1,88. Además, 9 de cada 10 fueron madres antes de los 24 años y más del 30 % tienen cuatro hijos o más.
La niñez en prisión: una realidad que crece
Actualmente, hay 68 niños que residen en distintos centros penitenciarios del país, acompañando a sus madres. Esta cifra creció de forma notoria en los últimos dos años, cuando históricamente oscilaba entre 35 y 45 menores. En 2024, se llegó al pico de 73 niños conviviendo en cárceles.
Esto genera preocupación por el impacto emocional, psicológico y social que implica para un niño vivir en un entorno carcelario. Especialistas advierten que estas condiciones afectan la socialización, la crianza y la transmisión de valores, lo que deja huellas difíciles de revertir.
Alternativas al encierro: una opción posible
Ante esta realidad, distintas voces proponen la necesidad de pensar en penas alternativas. Gran parte de los delitos cometidos por estas mujeres no están vinculados a hechos violentos, lo que abre la posibilidad de aplicar otras formas de sanción, como la prisión domiciliaria con asistencia social y controles adecuados.
El planteo apunta a humanizar el sistema penal y tener en cuenta el contexto familiar de las mujeres privadas de libertad, sobre todo cuando hay hijos pequeños involucrados. El objetivo es evitar que la cárcel se transforme en el primer entorno de vida de esos niños.
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