La presión fiscal en Uruguay no para de crecer, ahora con respaldo sindical.
En un país saturado de tributos, el PIT-CNT propone un nuevo impuesto para financiar propuestas que nadie votó y que pagarán, una vez más, los mismos de siempre.
Uruguay tiene más de 100 tributos. Casi todo lo que se consume, se produce, se factura o se hereda paga algo. El IRPF, el IASS, el IVA, el IMESI, las tasas municipales, los aportes patronales y personales, la contribución inmobiliaria, los sellados, las retenciones. La lista sigue y sigue. Sin embargo, para el PIT-CNT no es suficiente.
En su primer encuentro formal con el presidente Yamandú Orsi, la nueva dirigencia sindical propuso aplicar un impuesto del 1% a “los sectores más ricos”. Lo presentaron como una solución para combatir la pobreza infantil, como si en este país lo único que faltara fuera más plata en manos del Estado.
La propuesta parece escrita con tinta ideológica, no con números reales. Nadie explica cómo se define quién es “rico”. ¿Gana mucho quien tiene un buen sueldo, aunque pague IRPF, IASS y mantenga a su familia? ¿Es rico el pequeño empresario que apenas puede cubrir sueldos, luz y BPS?
El discurso solidario disfrazado de justicia social ya no conmueve. El bolsillo está agotado. La clase media paga todo y no recibe nada. Los informales zafan del sistema, los grandes no se inmutan y los “ricos” de manual ya encontraron hace rato cómo mover su plata afuera.
Mientras tanto, desde la comodidad de un sindicato bien financiado, con cargos bien pagos y militancia profesional, se exige otro esfuerzo. Otra vez. Siempre otro más.
¿Justicia o populismo fiscal?
La propuesta también incluye reducir la jornada laboral a 40 horas, pero pagar 48. Un regalo de palabras, imposible de sostener sin destruir el empleo en el sector privado. ¿Quién paga la diferencia? El empleador. ¿Y con qué margen, si cada mes lucha por sobrevivir?
Todo esto se plantea justo cuando se discute el nuevo presupuesto nacional, el futuro de la seguridad social y el salario real. Pero lo más doloroso es el cinismo con que se proponen “soluciones” financiadas con lo ajeno.
No hay propuesta de recortar gastos públicos. No hay autocrítica sobre cómo se malgasta la plata. No hay interés real por optimizar el Estado. Solo hay una obsesión: seguir exprimiendo a los mismos, hasta que revienten.
Basta de tributar para sostener ideas ajenas
Uruguay está fiscalmente agotado. La presión fiscal no solo es alta, es injusta y mal distribuida. Y ahora se pretende que la salida de todos los males sea crear otro impuesto más, sin una reforma estructural, sin control del gasto, sin eficiencia.
El PIT-CNT quiere presentar sus ideas como si representara al pueblo. Pero el pueblo está cansado. Cansado de pagar, cansado de ceder, cansado de sostener estructuras que no generan, no producen y no asumen responsabilidades.
Un nuevo impuesto, en este contexto, no es justicia social: es saqueo encubierto.