¿Política para la gente o para los amigos? La gestión pública de los Lima en Salto abre interrogantes sobre el futuro de MEVIR.
La posible llegada de Andrés Lima a MEVIR despierta sospechas. ¿Es esta una oportunidad de transformación o el inicio de un nuevo capítulo de clientelismo en Uruguay?
En el escenario político de Salto, Andrés y Álvaro Lima han hecho de la gestión pública un teatro de ventriloquismo. Mientras uno mueve los hilos como intendente, el otro asiente como un muñeco político, complementando una dupla que ha transformado al departamento en un bastión de amiguismos y acomodos. ¿El resultado? Una Salto sumido en la desconfianza y el desencanto ciudadano.
Durante las gestiones de Andrés Lima como intendente, las denuncias por corrupción, tráfico de influencias y clientelismo han sido moneda corriente. La entrega de terrenos municipales a cooperativas alineadas políticamente y la designación directa de funcionarios vinculados al Frente Amplio pintan un cuadro oscuro de cómo los recursos públicos se han convertido en herramientas para consolidar poder. ¿El proceso? Simple: repartir beneficios a cambio de lealtades partidarias.
Pero el show no termina ahí. Las denuncias por uso indebido de maquinaria municipal para favorecer a simpatizantes políticos, el reparto discrecional de viviendas y una cadena interminable de acusaciones de acomodo ilustran un modus operandi que no deja lugar a dudas. Salto se ha convertido en el espejo roto de la política uruguaya, donde los intereses personales y partidarios pesan más que las necesidades de la población.
Y como si el espectáculo necesitara un acto final, Andrés Lima ahora suena como candidato para liderar MEVIR. El Movimiento de Erradicación de la Vivienda Insalubre Rural, una institución clave para garantizar el acceso a viviendas dignas en el medio rural, podría quedar en manos de quien ha demostrado que la transparencia no es su fuerte. Si en Salto los terrenos municipales se transformaron en moneda política, ¿qué se puede esperar de MEVIR bajo esta conducción? La duda es legítima, y la preocupación, más que justificada.
La política de los Lima no solo ha profundizado las desigualdades en Salto, sino que ha sembrado un modelo de gestión pública que prioriza los favores sobre la equidad. Mientras las verdaderas necesidades de la población pasan al olvido, el clientelismo se erige como la única estrategia visible en un departamento que merece mucho más que promesas vacías y maniobras oscuras.
El futuro de MEVIR, y de Salto en general, depende de erradicar prácticas que han convertido la gestión pública en un circo político. La política uruguaya no puede permitirse más espectáculos de ventriloquismo. Es hora de que Chasman y Chirolita bajen del escenario y den lugar a líderes que realmente trabajen por el bien común.
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