Yazaki cerró tras años de conflictos sindicales y ahora el PIT-CNT se lamenta por el desempleo que ellos mismos provocaron.
El cierre de Yazaki deja mil desempleados y el PIT-CNT ahora se lamenta, pero fueron sus propios paros y protestas los que empujaron a la empresa a irse.
Las señales estaban ahí, pero nadie quiso verlas. Mientras el gobierno se llenaba la boca hablando de “seguridad laboral” y “atracción de inversiones”, la realidad empujaba a las empresas hacia la puerta de salida. Ahora, Yazaki, una multinacional con años de operaciones en Uruguay, decidió cerrar y dejar a mil trabajadores en la calle. ¿Y los políticos? Como siempre, mirando para otro lado o, peor aún, justificando lo injustificable.
El comunicado de la empresa no deja margen para el verso. Se van porque los costos de producción en Uruguay son absurdos y porque la conflictividad sindical hace imposible operar sin sobresaltos. No es la primera ni será la última. Las empresas no son entidades de caridad, buscan rentabilidad, y cuando en otros países les ofrecen mejores condiciones, simplemente se van.
Mientras tanto, los mismos que pasaron años impulsando regulaciones que espantan a los inversores ahora fingen sorpresa. El PIT-CNT llora por el cierre, pero olvidan que Yazaki era blanco constante de sus paros y protestas. Creyeron que podía golpear una y otra vez sin consecuencias. Se equivocaron.
Desde el gobierno, la respuesta es la misma de siempre: promesas vacías, discursos reciclados y la clásica negación de la realidad. Nadie quiere admitir que el modelo uruguayo está roto, que el país no es competitivo y que si no se hace algo ya, Yazaki será solo la primera de muchas empresas en hacer las valijas.
Para colmo, el futuro ministro de Trabajo, Juan Castillo, es un sindicalista de la vieja guardia, de esos que creen que con decretos mágicos se generan empleos y que las empresas deben soportar cualquier carga sin chistar. La historia ya mostró lo que pasa con esa mentalidad: entre 2015 y 2020, se perdieron 60.000 puestos de trabajo porque las políticas laborales eran inviables.
Pero claro, cuando la realidad golpea, los responsables nunca están. Los mismos que ahogan a las empresas con impuestos y regulaciones luego se hacen los desentendidos cuando estas se van. ¿Hasta cuándo? Esa es la pregunta que nadie en el gobierno parece dispuesto a responder.