Medalla homenaje al Dr. José Lino Amorín, emitida en 1918 por el pueblo de Salto. Reconocimiento a su entrega solidaria como médico y figura querida por la comunidad.
Un repaso por la historia de José L. Amorín, médico salteño querido por todos, cuya entrega solidaria fue reconocida el 25 de mayo de 1932 con una plazoleta que lleva su nombre.
El 25 de mayo de 1932 no fue una jornada cualquiera en Salto. Mientras en las escuelas se entonaban himnos por la fecha patria argentina y en las casas flameaban banderas tricolores, en un rincón de barrio Salto Nuevo la Intendencia y vecinos se reunían para celebrar algo profundamente local: el bautismo oficial de la Plazoleta Dr. José L. Amorín.
No hubo discursos pomposos ni bustos de mármol. Solo una placa sencilla, un par de palabras sentidas y la presencia de vecinos que lo conocieron bien. Porque si algo tenía el Dr. Amorín, además de conocimientos médicos, era humanidad.
¿Quién fue el Dr. Amorín?
José L. Amorín nació en Salto a fines del siglo XIX, cuando la ciudad crecía al ritmo del tren, la viticultura y los almacenes de ramos generales. Estudió Medicina en Montevideo y regresó a su ciudad natal para ejercer la profesión con una convicción clara: la salud no debía ser un privilegio.
Durante décadas atendió sin cobrar a familias humildes, visitó a enfermos en los márgenes del arroyo Ceibal, repartió medicamentos que él mismo costeaba, y, cuando podía, acompañaba a los pacientes terminales con una palabra calma y una presencia constante.
“Era médico, enfermero, consejero y, muchas veces, la única persona que aparecía cuando todos se iban”, decía una vecina en una entrevista radial de los años 60. No figuró en libros académicos ni dictó cátedras, pero dejó una marca indeleble en la memoria barrial.
El porqué de un homenaje
Cuando el doctor falleció, el barrio Salto Nuevo se sintió huérfano. Ya no estaba el hombre que se agachaba a revisar la fiebre de los gurises con manos ásperas y voz suave. Los vecinos comenzaron una colecta informal, presentaron una nota a la Junta Departamental y propusieron nombrar una plazoleta en su honor.
El proyecto fue aprobado y el acto de inauguración se programó para una fecha simbólica: el 25 de mayo de 1932. La ceremonia reunió a escolares, autoridades municipales y familias que aún lo recordaban con gratitud. Fue un gesto sencillo, pero cargado de valor: la comunidad devolvía, en forma de memoria, todo lo que el doctor había dado en vida.
Una plazoleta con alma
La Plazoleta Dr. José L. Amorín, ubicada en una esquina tranquila de Salto Nuevo, no tiene monumentos ni ostentaciones. Es un espacio barrial con bancos, árboles y juegos. Pero quienes la transitan saben que ese lugar guarda una historia. Cada tanto, alguna maestra menciona su nombre a los alumnos o un vecino recuerda la primera vez que lo vio entrar a su casa con el maletín negro y la cara de cansancio, pero nunca de fastidio.
¿Por qué importa recordar esto hoy?
En tiempos donde todo parece acelerado y las noticias duran 24 horas, mirar hacia atrás para honrar a personas como el Dr. Amorín nos devuelve el sentido de comunidad. Salto no solo se construyó con obras, rutas e intendentes; también con médicos de barrio que no salieron en los diarios pero que sostuvieron a generaciones enteras.
Recordar al Dr. Amorín cada 25 de mayo, entre actos escolares y feriados patrios, es también celebrar lo mejor de lo nuestro: la vocación de servicio, la empatía, la humildad.
En el año 2025, cuando se cumplen 93 años de aquel homenaje, la plazoleta sigue ahí. No por su diseño ni por la infraestructura, sino porque representa un símbolo de lo que Salto nunca debe dejar de ser: una ciudad agradecida con quienes supieron curar, cuidar y acompañar sin pedir nada a cambio.