Jerusalén quedó desierta tras el ataque israelí y la amenaza de respuesta por parte de Irán.
Después de bombardear objetivos estratégicos en Irán, Israel se enfrenta a una posible represalia con misiles y drones. La tensión crece mientras las ciudades permanecen vacías.
Desde Jerusalén — El conflicto entre Israel e Irán ha llegado a un nuevo punto álgido tras la orden del primer ministro Benjamín Netanyahu de llevar a cabo una ofensiva aérea que atacó bases militares, laboratorios científicos, depósitos de armas e instalaciones nucleares iraníes.
Benjamin Netanyahu, habla durante una conferencia de prensa junto con Viktor Orban, primer ministro de Hungría. Foto de Janos Kummer/Getty Images
Las instalaciones de enriquecimiento de uranio de Natanz, a 250 km al sur de la capital iraní, Teherán
Esta situación ha llevado a un cierre total de actividades, y las calles de ciudades como Jerusalén y Tel Aviv están completamente desiertas.
La vida cotidiana se ha detenido: se han suspendido actividades comerciales, educativas y turísticas. A la población se le ha instruido a permanecer en interiores y utilizar los refugios antiaéreos en caso de alerta. En Jerusalén, incluso antes del ataque, el movimiento en la Ciudad Vieja ya era escaso. Ahora, reina un profundo silencio.
La ofensiva israelí tuvo como objetivo principal la cúpula militar iraní y el equipo de científicos responsables del programa de enriquecimiento de uranio. Según informes no oficiales, se han abatido altos mandos como el general Mohamad Bagheri y el jefe de la Guardia Revolucionaria, Hossein Salamí. También fueron alcanzados Fereydoon Abbasi y Mohammad Mehdi Tehranchi, ambos exdirectores de la Organización de Energía Atómica.
Los bombardeos también impactaron la planta de enriquecimiento de Natanz, situada a 250 kilómetros de Teherán. A pesar del ataque, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) ha afirmado que no se han detectado aumentos en los niveles de radiación.
Este es el primer ataque directo de Israel contra instalaciones nucleares iraníes, que son consideradas un símbolo nacional por gran parte de la población.
Donald Trump y Benjamin Netanyahu durante su última reunión en la Casa Blanca, (Washington, Estados Unidos