Trump redefine la diplomacia global con aranceles y estrategias de presión comercial.
El regreso de Trump viene cargado de presión económica, aranceles y un mensaje claro para quienes desafíen sus políticas.
Donald Trump no tardó en mostrar los dientes tras su regreso al poder. La primera señal fue contundente: un aumento del 25% en los aranceles para las importaciones colombianas. ¿La razón? La negativa de Colombia a recibir vuelos con deportados. Pero la presión surtió efecto. En cuestión de días, Bogotá cedió y aceptó a los deportados para evitar que los aranceles subieran al 50%. El mensaje quedó claro: no hay espacio para la negociación suave.
Esta movida no solo apunta a Colombia. Es un aviso para todos los países que intenten desafiar las políticas migratorias y comerciales de Estados Unidos. Trump no titubea en usar el comercio como herramienta política, dejando claro que el nuevo enfoque es más agresivo y directo que nunca.
En paralelo, el Foro Económico Mundial de Davos fue el escenario para otra declaración de principios. Trump advirtió a las empresas que, si no fabrican en Estados Unidos, enfrentarán sanciones arancelarias. Una estrategia que busca reconfigurar las cadenas de producción globales y fortalecer la economía estadounidense, pero que ya genera tensiones en los mercados internacionales.
Mientras tanto, los líderes globales comienzan a tomar nota: este no es el Trump de antes. Esta versión está más decidida a marcar territorio, sin importar cuán incómodo resulte para el resto del mundo.