El ácido TFA cae con la lluvia y ya se detecta en cultivos y agua potable
Aunque no lo veamos, cada vez que llueve pueden caer más que simples gotas. Investigadores de Noruega, Suecia, República Checa y Suiza advirtieron que el ácido trifluoroacético, conocido como TFA, ya se detecta en la lluvia, ríos, agua embotellada, cerveza, frutas, verduras e incluso en el cuerpo humano.
El TFA forma parte del grupo de los PFAS, también conocidos como “químicos eternos”, porque no se degradan naturalmente. Estos compuestos, producto de la descomposición de gases refrigerantes, pesticidas y algunos medicamentos, viajan por el aire y terminan cayendo con la lluvia o filtrándose en el suelo.
Según un artículo publicado en la revista Environmental Science & Technology, la concentración de TFA aumentó en más de un orden de magnitud durante los últimos años en múltiples entornos: desde aguas subterráneas hasta hojas de árboles. En palabras del investigador noruego Hans Peter Arp, “se necesitan más datos, especialmente cerca de zonas agrícolas y fuentes de agua potable, para evaluar la exposición de la población”.
En algunos países europeos y ciertos estados de Estados Unidos ya se están implementando medidas para limitar el uso de sustancias que generan TFA, especialmente en refrigeración y agroquímicos. Sin embargo, otras regiones aún no lo regulan.
Riesgos para la salud y el ambiente
Los científicos advierten que, si bien no se conocen efectos tóxicos inmediatos, el TFA podría afectar órganos como riñones e hígado en dosis altas. También se observaron alteraciones en funciones celulares y efectos sobre el crecimiento en plantas y animales, aunque las concentraciones en el ambiente aún serían más bajas que las usadas en laboratorios.
Un punto que genera debate es la persistencia del TFA: una vez que entra al sistema hídrico o a la tierra, es casi imposible de eliminar. Por eso, se reclaman normativas que limiten desde el origen la producción de compuestos fluorados, responsables de su formación.
Algunas voces dentro del ámbito industrial minimizan el impacto del TFA, comparándolo incluso con la sal de mesa. Pero investigadores ambientales exigen más estudios y clasifican al compuesto como “muy persistente y muy móvil”, lo que ameritaría controles más estrictos a nivel global.
Qué hacer para reducir su presencia
Eliminar el TFA ya presente en el ambiente requiere tecnologías costosas y aún en desarrollo. Por eso, los expertos recomiendan enfocar los esfuerzos en la prevención: sustituir los productos que lo generan y establecer límites legales antes de que se extienda más.
El mensaje es claro: el TFA está presente, su concentración aumenta, y cuanto más se demore en tomar decisiones, más difícil será revertir sus efectos en el ambiente y en la salud.