Falta de apoyo pone en riesgo la continuidad de la lancha Salto-Concordia | Noticias Uruguay y Actualidad Nacional - Uruguay Al Día

Falta de apoyo pone en riesgo la continuidad de la lancha Salto-Concordia

Reactivaron la lancha Salto-Concordia por tradición familiar, pero hoy peligra su continuidad.

La histórica lancha Salto-Concordia sigue operando gracias al esfuerzo familiar y personal


Todo volvió a empezar en 2022. Una llamada bastó para que resurgiera la idea de recuperar un servicio que forma parte de la identidad de Salto: la tradicional lancha que une la ciudad con Concordia. El empujón inicial vino de la mano de una propuesta para volver a ponerla en marcha, justo en un momento en que mucha gente cruzaba el río a diario.

El motor detrás de este esfuerzo no fue económico, ni político, ni turístico. Fue personal. Fue familiar. La decisión de reflotar el servicio fluvial se tomó para honrar una historia de más de cien años, una tradición marcada a fuego en generaciones enteras. Por eso, quien lideró el proyecto se puso al hombro no solo los papeles, sino también los costos, los trámites y las consecuencias.

Aunque la documentación estaba al día, el gran escollo fue siempre el económico. Ningún ente estatal aportó fondos, ni tampoco apareció un inversor dispuesto a apostar. Se golpearon muchas puertas y se hicieron múltiples gestiones, pero las respuestas fueron escasas o nulas.

Sin respaldo y con una inversión considerable por delante, se llegó a hipotecar una propiedad para poder avanzar. Todo con la esperanza de reactivar un servicio que, según muchos en Salto, debería ser un símbolo de integración regional.

El relanzamiento llegó el 14 de febrero. La lancha volvió a navegar, con horarios fijos y personal a bordo. Pero desde ese momento, los problemas no dejaron de aparecer: pocos pasajeros, costos altos, roturas técnicas, gastos inesperados, deudas acumuladas y una creciente que obligó a suspender el servicio por un mes.

Pese a todo, el servicio sigue activo, aunque con frecuencias reducidas. Actualmente hay salidas diarias, pero el flujo de gente no alcanza para cubrir los gastos básicos. La situación financiera es tan delicada que no se descarta cerrar definitivamente.

Además, quienes llevan adelante este proyecto ya no pueden sostener solos los costos. A pesar de tener otro empleo y un emprendimiento aparte, las cuentas no cierran. Las solicitudes de ayuda fueron muchas, tanto a instituciones del Estado como a referentes políticos, pero las promesas no se concretaron. Algunos atendieron llamados, otros simplemente desaparecieron cuando más se los necesitaba.

Hoy, el servicio fluvial está frente a una encrucijada: o aparece apoyo real, o se apaga la única iniciativa que mantiene viva una conexión histórica entre dos ciudades vecinas. Y con ella, también se iría una parte importante del patrimonio vivo de Salto.

Las autoridades están al tanto, pero los fondos específicos para apoyar emprendimientos como este no están disponibles, o requieren trámites lentos y comisiones que aún no se han conformado. Mientras tanto, el tiempo corre.

La decisión final se tomará en pocas semanas. Hay una propuesta laboral del exterior sobre la mesa, y si no aparece una solución concreta, cerrar el servicio será inevitable. Quienes están al frente de la lancha lo tienen claro: si se van, nadie más tomará la posta. Ni familia, ni allegados, ni empleados quieren seguir si el proyecto se cae.

Lo que está en juego no es solo un servicio, sino una historia. Un legado. Y aunque la voluntad está, la realidad financiera marca otra cosa. La última palabra no la tiene el río. La tiene el apoyo —o la indiferencia— de quienes dicen defender las tradiciones, pero no aparecen cuando más se los necesita.

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