Militaban, discutían, defendían: hoy se arrepienten de votar al Frente

Votantes del Frente Amplio expresan su arrepentimiento tras años de promesas incumplidas y frustración creciente.

El desencanto crece entre quienes alguna vez defendieron al Frente Amplio con convicción.


La escena se repite cada vez más. En los almuerzos familiares, en la parada del bondi, en la feria del barrio o tomando mate en la vereda. La desilusión ya no se disimula. “Yo los voté toda la vida, pero ya no me representan”, dice Marta, jubilada de UTU, que vio cómo su barrio se apagó mientras desde arriba se hablaba de derechos que no llegaban.

Lo que antes era orgullo y pertenencia, hoy se transformó en bronca contenida o silencio incómodo. La identidad frenteamplista no era solo política, era emocional. Pero el desencanto caló hondo.

El Frente Amplio gobernó con mayoría, respaldo social y poder de decisión. Sin embargo, en lugar de profundizar los cambios, terminó administrando como cualquier otra fuerza tradicional. La seguridad se desbordó, la educación perdió empuje y el sistema de salud empezó a mostrar grietas. Los sectores populares, mientras tanto, aguantaron como siempre.

“Yo defendía al Frente con el alma. Iba a actos, militaba, me peleaba por ellos... ahora ni hablo. No tengo qué defender”, confiesa Roberto, albañil de La Paz. “Los gurises no tienen futuro, la changa desapareció y lo único que sube es el super y la luz”.

Roberto, albañil de La Paz, comparte su desilusión con el Frente Amplio tras años de militancia y promesas incumplidas.

Según un informe elaborado por periodistas de Uruguay Al Día, este sentimiento no es aislado. En barrios montevideanos, ciudades del litoral y pueblos del interior, los testimonios de arrepentimiento se repiten. Exmilitantes, docentes, jóvenes y jubilados coinciden en algo: las promesas quedaron en discursos, no en hechos.

La reforma agraria nunca llegó. Las viviendas dignas quedaron en papeles. La educación transformadora se prometió en campaña pero no bajó a tierra. Y mientras tanto, muchos dirigentes se acomodaron en cargos, alejándose de la realidad cotidiana.

Laura, una joven que trabaja de cajera para costear sus estudios en la UDELAR, lo dice sin vueltas: “Nos prometieron inclusión, pero el desempleo juvenil nunca bajó. Nos hablaron de futuro, pero nos dejaron deuda y frustración”.

Laura, cajera y estudiante universitaria, relata cómo el desempleo y la falta de oportunidades marcaron su generación pese a las promesas de inclusión.

Los datos del relevamiento muestran un patrón: el desencanto se da incluso en personas que siguen votando al Frente por costumbre, pero que ya no creen en sus líderes. “Me cansé de esperar”, expresó un vecino de Paso de los Toros entrevistado en el mismo informe.

Un vecino de Paso de los Toros expresa su cansancio tras años de esperar respuestas que nunca llegaron por parte del Frente Amplio.

La fuerza política aún mantiene peso en las urnas. Pero puertas adentro, el desgaste es real. La conexión con las bases está deteriorada, la autocrítica llegó tarde y los nuevos rostros repiten fórmulas viejas.

¿Se puede reconstruir la confianza? Tal vez. Pero no será con eslóganes ni plenarios. La gente quiere hechos. Porque ya no alcanza con hablar. Las promesas pesan. Y el tiempo corre.

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